Le decía Paul Newman a Robert Redford al final de la película que él iba a saltar por el precipicio. Robert Redford le negaba esa posibilidad. Decía que se defendería hasta el final de los que les persiguen. Discuten durante algunos segundos hasta que le confiesa que no salta porque no sabe nadar. El otro no puede parar de reír y le dice que es absurdo pensar que al final sobrevivirán a la caída.
Es como diría Renouvier: "¡Ah! Qué bueno es pensar, con ello me olvido de que voy a morir".
Dos metáforas muy precisas de lo mismo: está claro el final, pero podemos seguir, al menos, tres caminos: negar el final y volvernos locos, estar depresivos por su condición de inevitable o pensar por qué motivo la mente se irá a un punto que no conoce, pudiendo disfrutar el que sí es real. El presente.