Inmanuel Kant dividió las "enfermedades del alma" (como él las llamaba) en desorden mental o manía, e hipocondria o melancolía, aclarando que esta última obtiene su nombre "de la analogía que tiene con el atender el ruido estridente de un grillo, en el silencio de la noche, que perturba la tranquilidad del alma necesaria para dormir".
El filósofo ya observó, en el S.XVIII, el efecto de la rumiación, como una expresión más del afecto negativo. Ahora bien, es en una psicoterapia donde se debe tener la capacidad de leer si es un signo más de la expectativa ansiosa, típica de la angustia o se expresa como pródromo de lo que puede debutar después. Aquí está el trabajo del psicólogo, uno de ellos, ayudar a la persona a que no pierda esos recursos y que no se tenga que expresar por otros canales emocionales menos adaptativos.
Que la persona coja el camino que quiera, pero libre.
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