Ir a terapia sería como ir a la farmacia., sin embargo, al llegar no hay farmacéutico. Tras el mostrador encuentras un gran espejo...
Al principio causa mucha frustración preguntar qué has de tomar si tienes fiebre o si te duele la cabeza y no obtener ninguna respuesta. Al mirar tras el espejo, tampoco puedes ver los medicamentos, no te puedes dejar llevar por sus colores o nombres. Sólo te ves a ti.
Pasa el tiempo y llega un día en que, sin saber por qué, giras la cabeza y puedes elegir el que quieras. Todos a tu disposición para que cojas el que te venga mejor. A partir de aquí, tus decisiones son las mejores que puedas tomar y siempre acertadas, aunque te duelan y te conduzcan a error.
En este instante abandonas un estado de heterodoxia para entrar en la autonomía...
Cuando vuelves la mirada al mostrador ya no hay espejo ni farmacia. Hay una playa por la que pasear siempre que quieras.
Estado de libre albedrío del pensamiento.
Me gusta esa reflexión, no lo había pensado de esa manera. Muy acertado. Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente reflexión, fantástico punto de vista que hace pensar con calma. Un beso
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