Hay unanimidad en cuanto a que la última masacre de Estados Unidos es, eso, una masacre. Nos aturde, nos deja fríos, sin nada más que decir. Es en este momento cuando los medios de comunicación sacan tajada. Aprovechan que tenemos las defensas por los suelos para dejarnos seducidos con las historias de vida de cada fallecido... Y vuelta a empezar la rueda.
El estado mental de una persona que decide acabar con la vida de alguien es la de un psicópata, una personalidad disocial. Elige terminar con el derecho del "otro".
Pero si esa brutalidad se realiza de manera soterrada, ¿qué ocurre? Si no hay una violencia directa y sí de forma escalonada y pausada, entonces no es percibida por los otros y ocurre lo siguiente; no hay reconocimiento social del daño. En este caso, la víctima sufre igual, pero no tiene el colchón social de la empatía, la comprensión y el reconocimiento del daño.
La práctica psicoterapéutica reside, principalmente, en reconocer el dolor del otro, allí donde la sociedad no puede llegar, ni comprender ese sentimiento de pérdida.
La vivencia de una víctima que ha sufrido la experiencia de un acto psicopático no reconocido es, tristemente, algo cotidiano y que acompaña al ser humano en su paso por la vida.